Rubén Cárcamo Bourgade

sábado

23.- ¿QUÉ ES ESO DE QUE SE PUEDE DISEÑAR CIUDADES ?

Medito:

En el año 1967 - al iniciar el segundo trimestre me aparece este diseño - unos garabatos en forma de cruz. Estaban en la página 49 del Libro de Artes Plásticas, editado por la Dirección de Educación Secundaria del Ministerio de Educación para la Sección de Experimentación del Liceo Coeducacional Experimental de Quilpué.   Segunda Unidad del año. Ciento Diez años de Arquitectura Moderna. El libro era gratis y financiado en parte por el Centro de Padres. Un estado preocupado en educar a su juventud porque buscaba un mejor destino para la nación 
¡Qué experimento! (Si esos padres se hubiera dedicado al lucro, nada bueno hubiera egresado de aquel liceo)
Era la IDEA... Brasilia.... nacida del gesto de quien designa un lugar y se apropia de él. Lucio Costa y Oscar Niemeyer. 
Ya nada me importó de la Teoría del Color ni de la Apreciación de la Historia del Arte.   Estaba de moda el Pop Art y el Op Art.   Los Beatles.   Twiggy.   The Rolling Stones. La revistas Ritmo, Rincón Juvenil y la Revista Paula, con una periodista desenfadada que se llamaba Isabel Allende. 
Ahora estaban las palabras nuevas de una Conversación con Frank Lloyd Wright,  Le Corbusier, de Introducción al Urbanismo.

¿Qué es eso de que se puede diseñar ciudades?   ¿Qué es el urbanismo?    ¿Qué es la arquitectura?

Le Corbusier, murió dos años antes en que yo abriera esas páginas: 1965.  Yo era un palomilla buscando el mejor efecto sobre una pelota para evitar la barrera y clavarla en el ángulo superior derecho donde penaban las ánimas   ...el nido de las arañas...   y eso ya me parecía historia. Sus últimas palabras y las primeras para mí fueron:

En la construcción moderna se puede encontrar el acuerdo entre paisaje, clima y tradición.


A eso fui a la Universidad.   Pero mis maestros, viciando y trivializando sus ideas,   me pidieron que llenara las ciudades del Tercer Mundo con porquerías.   Una arquitectura sin arte ni artesanía las rodeó de autopistas, de clases medias, de enormes cordones de pobres y suburbios de ricos igual de pobres por lo miserable de su estética. Hoy se les llena de objetos que todos hemos visto en alguna revista.
Ideas asociadas a lo moderno fueron superpuestas a nuestras ciudades tradicionales y sus promotores lograron hacerlas identificar con el progreso para legitimar sus intereses puramente comerciales.
Discutí con la arquitecto de la I. Municipalidad de Valparaíso; Cecilia Jiménez, hoy a cargo del Patrimonio de la Humanidad, cuando me exigía que la casa que estaba proyectando - en pleno cerro Santo Domingo - debía cumplir con la británica normativa del antejardín porque un decreto así lo indicaba.    Que el hogar de mis amigos, sus hijas y padres, no podía construirse porque lo impedía el decreto 410.
Era un bando... ambos éramos víctimas del papeleo en los oscuros años 80. Eran años de interventores militares en las universidades,  de municipalización en las escuelas, de inicios de pequeñas fortuna de "sostenedores" de colegios,  de segmentación,   de consolidación de clases sociales, inequidad,  de ghetos culturales cuyos efectos veríamos veinte años después.  
Veinte años después conoceríamos compatriotas de cuyas bocas saldría un sonido que apenas podríamos entender, casi guturales.  Una demonial desfragmentación de la nación se había producido y hasta hoy  irreversible. Y lo que es peor, pareciera que nadie puede verla o no les interesa.
Cómo olvidar el desprecio del arquitecto Hugo Moleto hacia el edificio John Brown  de Valparaíso, hoy demolido, diciendo que eso era pastelería. Me pareció un comentario violento para un edificio que yo amaba, pero como todo "mechón " y adolescente, no sabía si lo suyo era sabiduría u odio a sus cornamentas que delicadamente evidenciaban las novelitas rosas del profesorado de la Facultad de Arquitectura en la década de los 70. El tal decano designado era sujeto de una infidelidad y parecía hacer gala de un agrio resentimiento.


En Chile los arquitectos funcionarios viven adosados a la ordenanza por el miedo al sumario y a la alevosa y mal intencionada acusación de una posible corrupción en consecuencia cuando aparece un presunto poderoso,  callan.


Los arquitectos “establecidos”,  no buscan variaciones para sus elevadas circunstancias sino que calcan las formas novedosas que llegan de las metrópolis,   ya que su cliente no es el aristócrata potentado y culto ...  si no el rico arribista ignorante, devoto de ese país sin nombre.  Lucramos poniendo nuestra tibieza al servicio de esos.  Nos decimos;  hacemos arquitectura. Nos va bien; facturamos un palo US$ al año. Y no decimos; Patio de Comidas;  decimos Boulevard Gastronómico.


Esos arquitectos se especializan en el gusto de los individuos que ya no es el de sus clanes ni el de sus tribus, sino el de sus imágenes importadas, de un mundo que creen soñar y al cual quieren parecerse, sin notar la ridiculez  de la pretensión, lo fuera de lugar de sus aspiraciones y lo perverso de sus honorarios. ¡Honorarios!  ¿Honorabilidad?


Y los arquitectos de la academias, nos constituimos en una nutrida pléyade de saltimbanquis ideologizados y de oportunistas académicos haciéndonos pasar por eruditos,  abrumando a nuestros alumnos con ideas y conceptos foráneos que ni siquiera logramos entender, pero que repetimos pedantemente para no quedar como ignorantes y llevamos hasta la total inactividad mental a nuestros discípulos, quienes a su vez se metaforsean en ilustrados de la inmensa maraña de ficheros con nombres y apellidos de las bibliotecas universitarias creyéndose importantes porque se aprendieron el título de un libro, sin entender que lo verdaderamente importante es el debate,   la leal  y   hermanada confrontación de ideas.


Y los arquitectos bisoños nos dejamos llevar fácilmente por las modas, apariencias y falsos conceptos estéticos,  promovidos por la gran industria transnacional para incrementar el consumismo que editan las revistas de modas;  creyéndonos - sin crítica - el futuro pedante del país.


Cada generación, rechaza los gustos y costumbres con los que creció y abandona, las auténticas pocas y viejas tradiciones de su vapuleada cultura; las vulgariza, tergiversa y mal interpreta; o las embalsama o las decora con un inconmensurable mal gusto hasta acabar con ellas, conservándolas como nunca fueron y como no sirven.   ¡He allí los arquitectos del futuro! 


Me voy a trabajar a Chiloé” me dijo Edward Rojas y lo miré como a un descolocado destinado a las misiones coloniales, cortando leña para el fuego del desayuno y sin posibilidades de continuar con tratamientos dentales de sus dientes que tanto destacaban en su cara oscura y mora. Lo miré con compasión.    Pero si eso era lo que había que hacer. Irse. Abandonar la metrópolis.  ¡Cuánta razón tenía!


Se me sale un caramelo metafísico:
- Puta la guevá.
- Qué te pasa Monín - 
- Me tiene aburrido la vejez.
- No te preocupes, ya se te va a pasar.
- Tú chiste tiene un profundo significado mortuorio pero de la docencia porteña. Dejémoslo hasta allí no más. Déjame seguir sufriendo por una eternidad la arquitectura... esa... la de la U. de  Valparaíso...


¡Capaz que me hagan un sumario!
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(Santiago, Junio 2006)

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