LAVANDERAS (Ferrioe y Soulier) 1860. |
Esa maravillosa amnesia que producen los libros de lectura
obligatoria me llevó a hojear la historia
de la niña que amó Alejandro Dumas y que amaba las Camelias; María Duplessis o Margarita Gautier.
También vino La Bohemia de Puccini, La Traviata de Verdi en ese viaje al recuerdo. Nombres como Manon Lescaut, Mimí, Ivonne; madame Ivonne.
También vino La Bohemia de Puccini, La Traviata de Verdi en ese viaje al recuerdo. Nombres como Manon Lescaut, Mimí, Ivonne; madame Ivonne.
Todas esas obras hablan de un Paris que detalla, cómo las niñas sin educación se ganaban la
vida.
Los jóvenes estudiantes, esos Prometeos del Sorbona, en aquellos días del 800, cercanos al Louvre y al Barrio Latino, lleno – como hoy – de cafés y cervecerías, pedían y podían sobrevivir con un panini y con una amante en el ático; la bohemia.
Los jóvenes estudiantes, esos Prometeos del Sorbona, en aquellos días del 800, cercanos al Louvre y al Barrio Latino, lleno – como hoy – de cafés y cervecerías, pedían y podían sobrevivir con un panini y con una amante en el ático; la bohemia.
Las chicas podían hacer un nido allí, por una noche o permanecer
períodos más largo, eran les femmes a
plaisirs, coquettes. Las llamaban
grisettes, nombre derivado de la tela gris usada por las mujeres que trabajan.
Formaban una parte vital de la educación sentimental de un joven. Durante el
día trabajaban como costureras, floristas, criadas o en la lavandería
(capturada vívidamente por Zola en L'Assommoir).
Y nada mejor que un tango para ubicarse.
En el Boulevard Jules Ferry está la estatua titulada "Grisette 1830" (Jean-Bernard Descomps. 1872-1948) esculpida en 1909. |
Ah! Sí. Las grisettes, casi se me habían olvidado. Son
otro fraude romántico. Eran - si crees en lo que cuentan los libros de
viaje - siempre tan hermosas, tan aseadas, tan elegantes, tan ingenuas y
confiadas, tan suaves, tan fieles a sus deberes de la tienda, tan irresistibles
a los compradores en su parloteo, tan dedicada a sus estudiantes pobres,
tan alegres y felices en sus picnics de domingo en los suburbios, y ¡oh! ¡Tan
encantadoramente, tan deliciosamente inmorales! (Mark Twain)
Volví a París, donde escribí esta historia tal como me la
contaron. No tiene más que un mérito, que quizá le será discutido: el de ser
verdadera. No saco de este relato la conclusión de que todas las chicas como
Margarita son capaces de hacer lo que ella hizo, ni mucho menos; pero tuve
conocimiento que una de ellas había experimentado en su vida un amor serio, por
el que sufrió y por el que murió y he contado al lector lo que sabía. Era un
deber. (Alejandro Dumas)
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