- Zalamero y lisonjero. Ese eres.
Me lo han dicho con un tonito que no me gustó. Me lo banqué, porque era mi hija quien me lo decía.
Ruth Orking 1952 |
Sí; soy un adulador, pero más bien con los subtextos, y me agrada tanto como celebrar día a día, a la ocasional cocinera, el esforzado portero y trabajador de la patria constructora, la generosa vendedora de la llapa que me fía sus sopaipillas pasadas, la florista risueña que nunca me hace un cariñito, la taxista gloriosa con sus chistes. Nada de florearme en la vía pública con un ¡Guapa! Porque la alabanza fugaz y pública me avergüenza tanto, creo, como al sujeto objeto del piropo.
El piropo se bate en retirada desde que a las féminas les dio con el tema de la igualdad. Concientización en la que –teniendo hijas – me he esforzado como el que más. Y se bate en retirada porque entre un halago y un ataque verbal, hay un línea de separación que no está en el piropo mismo sino en el modo como se expresa.
40 años más tarde se hace un homenaje - en el mismo lugar - a la foto de Ruth Orking. Esta pertenece a Max Perissi. 1992 |
Dicen - los que saben - que el halago es propio de sociedades extrovertidas, pero se puede “expeler” tanto para halagar como para denigrar. También hay verdaderos eruditos e ingeniosos en el arte del piropo. Tal es el caso de Ferrín - argentino y tanguero por supuesto - que nos visitó cuando construíamos la Penitenciaría de Rancagua. En esos años me parecía mayor y tenía la edad que ahora padezco. Era evidente; el piropo iba más para demostrar ingenio, que para obtener algún resultado. La instancia fue así:
Ferrín se llamaba. Nos visitaba de la oficina central. Recorrió las oficinas y se detuvo en la Administración. Quedó sorprendido por una muchacha en flor - casada por supuesto - de la que solo se veía la perfecta silueta delineada al contraluz de la ventana, tecleando muy concentrada sobre su computador. La más bella por cierto. Se dirigió a ella y le dijo desde la puerta:
- ¿Y vos, qué hacés?
- Bueno, yo estoy encargada de controlar las órdenes de compra, tramitar las facturas, cautelar la boletas de garantía, cubicar, itemizar, …
- No, nena, no. ¿Qué hacés vos después de las seis?
Los varones nos reímos, la muchacha se azoró. Todavía nos reímos al recordar al jefe Ferrín. Pero hay que reconocer que la línea entre piropo y acoso, era muy fina. Porque perfectamente podía existir una escenario donde se manifestaba el poder sobre una subordinada.
“Bendito sea el camión, que trajo el cemento, para crear el pavimento donde está parado este monumento”. |
Tienen fama en esta expresión de alabanza mis compañeros; los obreros de la construcción. Desde los andamios cubiertos por malla - para que no los vean - se florean con sus requiebros, pero puestos de cara a cara frente a una dama bajan los ojos avergonzados. El piropo se espera del hombre cuando está en grupo y también se espera que la mujer no conteste, pues si lo hace, se pierde la gracia.
¿Y de dónde nos viene esta manera? Yo lo sé; no por mi conocimiento de los españoles sino de los italianos del sur y oriundos de una sociedad extrovertida, con tradición de piropos que tienden a la exageración, al empleo habitual de la retórica, a los juegos de palabras y al uso de metáforas en el lenguaje y la exageración. Hipérbole se llama todo eso.
El emisor del piropo cree poseer un derecho de acceso a una mujer sola. En ese caso el piropo es casi un misil. Son las mujeres su destinatario mudo y van dirigidos a su aspecto físico. Piropear cosifica siempre, aun cuando tenga intención elogiosa.
"Eres como un violín; solo hay que saber tocar las notas y sale un sinfonía". (Charles Chaplin a Sofía Loren)
Los piropos son como los fuegos artificiales, iluminan, sé que deslumbran, sacan sonrisas y levantan el ánimo pero también causan incendios y lesionan los tímpanos.
"Eres como un violín; solo hay que saber tocar las notas y sale un sinfonía". (Charles Chaplin a Sofía Loren)
Los piropos son como los fuegos artificiales, iluminan, sé que deslumbran, sacan sonrisas y levantan el ánimo pero también causan incendios y lesionan los tímpanos.
Piripo, ¡Pyros! Sí. Soy un pirómano del piropo, de la galantería y la terneza. Me gusta sobre todo la finura. "Tesoro", se me sale siempre en mis maneras rudas.
- ¿Y al revés?
- ¿A ti también?
- Hace años fui víctima indefensa de un piropo. Era la conocida voz zalamera:
- Joven - me dijo - con esas pestañas no salga usted al jardín, que están de poda.
- Joven - me dijo - con esas pestañas no salga usted al jardín, que están de poda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario