De pie a la derecha; José Miguel Videla. La imagen nos muestra a la oficialidad del Glorioso Regimiento de Granaderos a Caballo en Arica el año 1880, en plena guerra del Pacífico. |
Presencié una denostación perversa de historiadores – académicos ellos - sobre los libros del escritor Baradit (Historia Secreta de Chile, 1.- 2.- y 3.-). No hay allí más que envidia, así es que me escabullí de esa discusión sin un piso mínimo de bonhomía.
Algo parecido ocurre con el libro Un Veterano de Tres Guerras, escrito sin pretensiones académicas. Sencillo. Ameno. Lo han vilipendiado por un “quítame allá esas pajas”. Es nuestro deporte nacional; el “chaqueteo”, ese arte de demoler lo que otro construye, por el solo placer de participar en la creación ajena acribillándola y medicándose con la dosis de petulante autoestima. Nivelar para abajo, que le dicen.
El libro fue escrito por Guillermo Parvex. Y si bien es cierto transcribió un número importante de manuscritos casi ilegibles de su abuelo Guillermo Canales - quien conversó largamento con el personaje principal - y de anotaciones autobiográficas del propio JOSÉ MIGUEL VARELA, tuvo el valor y la paciencia de armar el relato como para transformarlo en un apetitoso libro, adicionando datos que - sospecho - son de su autoría como por ejemplo el orígen de algunos dichos populares. (Darse vuelta la chaqueta)
El libro es buenísimo y tan veraz como para afirmar que quienes realmente ganaron La Guerra del Pacifico fueron los civiles de todos los estratos sociales que se enrolaron en ella. Hubo 60 mujeres y no un par de anecdóticas cantineras como se informa.
Siempre nos cuentan que el país cayó en el furor patriótico a consecuencia del Combate Naval de Iquique, sin embargo, José Miguel comprueba que al acudir a su inscripción, siendo imberbe abogado observa que todos sus compañeros habían sido reclutados por la fuerza, mientras él era el único que lo hacía de manera voluntaria. Son matices de la verdad, que se agradecen.
Ejército chileno cruzando el puente de fierro de Lurín. Enero de 1881. Eduardo Spencer. Colección Renzo Babilonia. |
La carrera militar de JOSÉ MIGUEL VARELA fue brillante y sus relaciones con esa institución fueron de dulce y agraz, pero con el poder político, fueron malas y atravesadas por un sentimiento de decepción hacia el estado.
Replica con detalles el miedo y lo que es hacer una carga de caballería, a pechazos y al “chivateo”, esgrimiendo el sable de modo tal, para no ser absorbido por las carnes del adversario y ser desmontado. Se describe sin sentimientos, casi como una clase magistral de cirugía. También se comprende a cabalidad la táctica que expone el cuadro al óleo de Juan Mochi; “Carga del Granaderos, en la Batalla de Chorrillos”.
Reconoce la diferencia entre adversarios y enemigos. Estos últimos los identifica al ejercer cargos de carácter político, como cuando es emboscado por latifundistas de la Araucanía al ejercer autoridad como Comisionado para la Repartición de Tierras de la Araucanía.
Comisionado por el mismísimo presidente José Manuel Balmaceda ¡Qué vigentes son sus problemas! Parecía que en el cualquier momento iban a quemar camiones y que los mapuches serían acusados de terroristas, antes de que se inventara la palabra.
Comisionado por el mismísimo presidente José Manuel Balmaceda ¡Qué vigentes son sus problemas! Parecía que en el cualquier momento iban a quemar camiones y que los mapuches serían acusados de terroristas, antes de que se inventara la palabra.
Léanlo, pues retrata objetivamente al presidente José Manuel Balmaceda y sus esfuerzos por crear un Chile justo. Explicita cómo la oligarquía - utilizando traidores dentro de las fuerzas armadas - terminó por liquidar su gobierno. Leerlo es casi un deber histórico y se aplaude la generosidad de la Academia de la Historia Militar de Chile que patrocinó y editó este manuscrito cuando nadie daba un peso por él.
Tiene datos de una acuciosidad notable, como las descripciones de la compra de una colonia para caballeros Goeckel, fósforos Ellis fabricados en Rancagua, cigarrillos Napoleón de Valparaíso y relata la vida de la tropa, sus raciones y bebidas.
Sorprende la acuciosidad en especificar las comidas: ajiacos, empanadas, asados al palo, caldos de cabeza, cebollas crudas compartidas con su caballo, ponche de culén, picarones, cazuela de ave, buñuelos con chancaca derretida, pescado frito, bistec a lo pobre y la sed soportada bebiendo la orina propia en los desiertos del norte.
Importan – para la confirmación de la veracidad del escrito – las fotografías de los manuscritos y las anotaciones de una especie de diario de vida tendiente al registro y al arqueo. Se trata de nítidos detalles que dan sustento doméstico a la historia.
Notable es el tono del libro; aséptico del “fervor patriótico", abundante en registros y exento de sentimientos, con la excepción del amor a sus caballos: CARBONCILLO, en la Guerra del Pacífico (1879 -81). REFRÁN, en la Pacificación de la Araucanía - (1885). AGUIJÓN muerto en la Batalla de Placilla (1891). Los párrafos más emotivos están dedicados a su perro CONDE (1900) hacia los años del Centenario.
Un Veterano de Tres Guerras es el testimonio de un chileno de clase media, apacible, educado y certero en sus decisiones. De una moral sin retórica estridente y diametralmente opuesto a las narrativas típicas militares que se han concentrado en las clases altas o bajas.
Si alguien viene a contarte sobre ciertas rigurosidades históricas, no le hagas caso y cree en la veracidad de la historia que cuenta el libro. Es lo más cercano a la verdad y tú quisieras haber sido amigo JOSÉ MIGUEL VARELA. No existe gente así; noble, leal y candorosa, aunque la hubo en un Chile anterior a la “modernidad” del centenario, pero del 900. De eso, hace siglos.
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