Rubén Cárcamo Bourgade

jueves

MARY POPPINS

Imagínate ser increíblemente bueno en algo y no saberlo nunca. 
Imagínate ser la mejor fotógrafa de la Historia y no saberlo. Nunca. 
Imagina ser un genio. Tener una voz capaz de pasear por todas las escalas sin apenas esfuerzo. Una mente ordenada de forma tan distinta que cuando la sacas a un lienzo te inventas una corriente nueva.
Ser capaz de hacer las fotografías más realistas e impactantes con el peor material. Imagina ser un genio y no saberlo nunca.
Esta es la historia de la mejor fotógrafa de la Historia. 
Esta es VIVIAN MAIER. 
La MARY POPPINS


Vivian era una niñera estadounidense que nació en 1926 y vivió casi toda su vida en Chicago. Los niños a los que cuidaba la recuerdan como callada, a menudo siniestra, buena con ellos pero muy recelosa con los adultos.
Y la recuerdan, siempre, con una vieja cámara Rolleiflex colgada al cuello. Uno de aquellos niños hoy en día la define como socialista, feminista y campechana. Solía llevar ropa de hombre, un sombrero enorme y aquella cámara con la que estaba todo el día haciendo fotografías que no enseñaba a nadie.

La verdad, es que ni la propia Maier las veía.
En aquella época, revelar carretes (todos aquellos carretes) era un gasto que no podía asumir. Así, iba acumulandolos de forma caótica en desvanes, garajes y trasteros de las casas en las que trabajaba. Gracias a eso la conocimos :
En 2007 un joven compra una casa para reformar en Chicago y encuentra en ella varias cajas con carretes de fotos usados y un montón de periódicos viejos.
Subasta los enseres de la casa e incluye en la subasta aquel inesperado tesoro que John Maloof compraría por poco más de 300 dólares. Al revelar las fotografías, se encuentra esto:





Decide colgar en Internet parte del material para recabar información sobre la época, tal vez el autor, algún protagonista .
Alan Sekulla ve las fotografías, toma aire y se pone en contacto con Maloof. Tiene en sus manos el mejor material fotográfico que haya visto nunca. No puede dispersarlo sin más por la red.
Comienza entonces un largo camino de investigación sobre Vivian, los lugares que fotografiaba, las familias para las que trabajó
Las fotos eran básicamente de:
NIÑOS:



DAMAS Y CABALLEROS



SELFIES




AMOR

Además de un montón de escenas curiosas y noticiables
¿Por qué no revelaba los carretes? ¿Qué formación tenía para crear aquellas fotografías de la nada? ¿Cómo conseguía estar en el momento justo, cazar la vida en un segundo?
No se sabía si tenía formación como fotógrafa, pero era poco probable. Tal vez de conviviendo de niña con Jeanne Bertrand en el Bronx, pero poco más.
Además, tenía una cámara del montón y solía hacer las fotos a escondidas para evitar problemas. Algunos de los niños con los que convivía hablaban de continuas broncas callejeras con gente que la cazó cámara al ojo.
Poco a poco logran juntar más de 90 mil negativos sin revelar, cajones enteros llenos de periódicos y recortes. Cajas abandonadas en guardamuebles, en cobertizos de verano de las familias para las que trabajaba. Una de aquellas niñas recuerda cómo despidieron a Vivian:
Su padre iba a pintar el porche y cogió un par de periódicos viejos del garaje en el que Vivian tenía su habitación. Cuando llegaron del centro y lo vió, se volvió loca, comenzó a gritarle y le empujó.
Decía que no tenía derecho a quitarle sus periódicos. Nadie entendía aquel arrebato de locura, sólo Vivian sabía lo importante que eran para ella aquel montón de noticias viejas y desordenadas que compartían lecho con sus fotos.
La investigación de Maloof se dio por terminada en 2010, con prácticamente el 70% de los negativos revelados y un mapa de vida de Vivian, de las ciudades que había visitado
Pasó casi toda su vida en Chicago, pero se escapaba a un pueblo francés a hacer más fotos cuando podía) y las familias para las que había trabajado
Cuando por fin dieron con su paradero, cuando por fin iban a poner a Vivian delante de las casi 100 mil impresionantes fotografías que hizo y nunca vio, la pompa de jabón explotó.
A finales de 2008 Vivian se dirigía al pequeño apartamento que los hermanos Ginsberg le pagaban en agradecimiento por sus cuidados cuando eran pequeños.
Ellos la habían localizado un par de años atrás, durmiendo en un banco del parque, comiendo latas de conserva, totalmente desahuciada.

Diciembre, Chicago, frío, hielo.
Demasiado hielo para una mujer de 82 años, alta como un hombre - tal como la recuerdan aquellos niños- y que siempre caminaba con prisa.
Vivian resbala. Se cae y se golpea fuertemente en la cabeza.
Moriría meses después en la residencia Oak Park.
Meses antes de que Maloof cruzara sus puertas con un ordenador bajo el brazo y una sonrisa en la boca, esperando enseñarle un archivo histórico a una mujer única, probablemente el mayor genio de la fotografía que haya existido.
Capaz de clavar la mirada de niños y ancianos en un negativo abandonado. De ver una escena rodeada de gente que no la veía. Con una sensibilidad artística que chocaba de bruces con su aspecto descuidado, con su fama de loca.
Vivian Maier murió con 83 años sin ver sus fotografías, y nunca sabremos si ella misma se podía imaginar que era un genio.


Por eso, pequeños míos, si tenéis un talento, el que sea, trabajad en él, trabajad por él, y creed en vosotros mismos. Explotadlo. Día a día.
Nunca dejéis de luchar por un sueño. Vivian era la loca de la cámara. Pero nunca dejó de creer en sí misma. Y eso que no sabía lo buena que era.


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