Rubén Cárcamo Bourgade

lunes

VIAJE A LAS ESTEPAS,































Cien jóvenes chilenos varados en la Unión Soviética tras el golpe - 
CRISTIAN PÉREZ (Editorial Catalonia - UDP Escuela de Periodismo)

El 4 de septiembre de 1973, tres buses de la Empresa de Transportes Colectivos del Estado salieron desde una casona de calle Dieciocho, en el centro de Santiago de Chile, rumbo al aeropuerto de Pudahuel. Sus pasajeros, que por primera vez recorrían Santiago, nunca se habían alejado de sus casas, ni siquiera habían viajado en tren y ahora, estaban abordando un avión de Aeroflot. Tampoco  se conocían entre ellos, lo único que tenían en común era su condición de campesinos y su chilenidad.

Su destino estaba a más de 14.000 km de distancia. En la ciudad de Akhtyrskiy de la estepa rusa, próxima al Mar Negro. Allí ingresarían al internado de la Escuela Media Técnica Profesional N° 9. 

El 8 de septiembre ya estaban en Moscú tomando el tren del Cáucaso Norte para trasladarse hasta la ciudad de Krasnodar en la llanura rusa, en cuya estación se recibirían a estos sencillos campesinos con ramos de flores en manos mujeres del lugar, música de banda municipal interpretando melodías tradicionales y una alfombra roja. Les dieron la bienvenida del país: un trozo de pan untado en sal. 

Desde allí, fueron en buses escoltados por policías recorrieron los 56 km al pueblo de Akhtyrskiy, donde fueron agasajados por los pobladores con otra bienvenida de música y flores. 

Les dieron ropas adecuadas para las bajas temperaturas de la estepa rusa: gruesas chaquetas acolchadas con lana, botas de cuero rellenas de lana y unos pantalones de tela ajustados en los tobillos y anchos en las caderas que no entusiasmaron en nada a los chilenos, quienes prefirieron seguir usando los característicos pantalones “pata de elefante” y las camisas estilo hippie, que llamaron la atención de los rusos. 

Dos días después de su ingreso al instituto y antes del desayuno observaron que sus profesores conversaban en pequeños grupos con rostros preocupados. Uno de los educadores, que estaba a cargo, decía "Allende”, lo único que entendían; “Allende”, clarito, y que “Allende kaput ¡pum, pum!” Recién el 13 de septiembre llegaron traductores a la escuela y reconstruyeron así la situación: 

El gobierno de la Unidad Popular, el que los había enviado a estudiar para volver y aportar en la Reforma Agraria y la construcción del socialismo chileno, ya no existía. Muchos lloraron sin consuelo posible, otros ocultaron sus lágrimas. Para todos la noticia fue devastadora (…) Entre los jóvenes reinaba la confusión. No tenían certezas. Nadie sabía qué hacer. Había incertidumbre también entre los profesores y traductores. 

Poco a poco, “los jóvenes campesinos fueron asimilando la increíble idea de que estarían lejos de Chile por un tiempo indefinido. El viaje de estudios con objetivos claros y tiempo preciso – tres años - ya no existía. Sus vidas habían cambiado para siempre”. 

Los menos tardaron meses, los más; años en saber de sus familiares en Chile. Las escasas cartas que recibían transitaban un largo camino. De mano en mano, a través de contactos en diversos países, iban pasando los mensajes. 

A los chilenos no les quedó otra opción que seguir el plan de estudios y de a poco tratar de insertarse en una sociedad desconocida. 

Para salir de la ciudad requerían de un salvoconducto otorgado por las autoridades soviéticas. Muy pocos chilenos lo consiguieron. El régimen de estudios era estricto. Dos chilenos, Juan Olivera Cerda y Carlos Padilla, fueron sindicados por los profesores de la escuela como los líderes de una pequeña rebelión montada por los campesinos chilenos tras enterarse del Golpe de Estado. Fueron separados del grupo y relegados a una de las repúblicas asiáticas de la entonces URSS. Nunca más volvieron a reunirse. Los campesinos chilenos se hicieron a la idea de que sus vidas no volverían a ser las mismas. 

CRISTIAN PÉREZ - el responsable del reportaje - estableció que Olivera regresó a Chile hace algunos años; de Padilla nunca más se supo. Es probable, que aún viva en el lugar al que fue relegado. 

Poco a poco el grupo de campesinos chilenos se fue disgregando. Al terminar el primer semestre de clases debieron rendir un examen y, según los resultados, fueron divididos en grupos. Los 45 más avezados, que ya manejaban algo el ruso y tenían mejores notas, siguieron sus estudios en Akhtyrskiy y al término de los tres años, 25 de ellos alcanzaron la Medicina, la Ingeniería y la Agronomía en las universidades soviéticas. 

Los que manejaban menos el ruso o no tenían condiciones para los estudios fueron trasladados a la ciudad de Rostov del Don, donde siguieron un curso técnico en Radiotelecomunicación u optaron por aprender oficios de gasfitería, zapatería o técnico en refrigeración. 

Un tercer grupo, del que no hay claridad de su número, partió a Dubrova, en Bielorrusia, para seguir estudios técnicos básicos en Mantención de Tractores. 

Otros fueron destinados a la región de Volgogrado, ya no a estudiar, sino a trabajar de maquinistas a orillas del Río Volga y . . .“En una fecha imprecisa, mientras trataba de cruzar a nado un brazo del río Volga, muere ahogado Segundo Serrano, el primer fallecido del contingente de campesinos chilenos becados en la URSS en septiembre de 1973.” 

La mayoría de los hombres se casaron con rusas, mientras que las cuatro mujeres del grupo de becados lo hicieron con chilenos. 

A fines de los 70' y comienzos de los 80', el grupo volvió a dividirse. Seis de los jóvenes campesinos partieron a Sofía, Bulgaria, a la Academia Militar. Se convertirían en oficiales de Ejército. Allí se unirían a otros jóvenes comunistas y algunos socialistas llegados clandestinamente desde Chile o desde el exilio en Europa. Entre ellos estaba José Valenzuela Levi, uno de los mejores alumnos y quien luego se convertiría en uno de los jefes militares del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Valenzuela lideraría el 86' el atentado a Pinochet y un año después sería asesinado por la CNI en la Operación Albania. 

De los 100 jóvenes chilenos que salieron en 1973, CRISTIAN PÉREZ logró ubicar sólo a 14, los que intentaron volver a Chile a mediados de los 90, aunque muchos no pudieron quedarse en lo que alguna vez fue su país. El Estado de Chile no les revalidó sus títulos profesionales ni técnicos obtenidos en Rusia, ni siquiera se tomó en cuenta el hecho de que habían sido enviados, algunos siendo niños, a capacitarse a más de 14 mil kilómetros de distancia, en una aventura que cambiaría para siempre sus vidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario