Rubén Cárcamo Bourgade

miércoles

LA ERA DE LOS MAESTROS, la hora de los enanos

Este artículo sustraído del blog de Agustín Vasquez  me interpreta - una vez más - en cada una de sus verdades y me he tomado la libertad, no sin previa consulta al autor del texto,  de subirlo a este blog del Nunca Jamás. Los dejo pues, con las siguientes palabras:

(A propósito del aniversario de la muerte de Don Pablo Mondragón)

Una corta reflexión, recordando - como siempre recordamos, como no dejamos de recordar -  a ese hombre, a ese amigo, a ese Maestro, que fuera Don Pablo Mondragón. De él pudimos decir, sin que la palabra sonara altisonante, que era un Maestro y sin que el escribirlo con mayúscula, pareciera un abuso de la escritura, como también pudimos decirlo de tantos otros profesores que pasaron por la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Chile de Valparaíso y aún de los mismos u otros que ejercieron la docencia aún cuando la Universidad se transformó en Universidad de Valparaíso. Una lista que, cometiendo seguramente algunas injusticias e incurriendo en más de un olvido, lo incluía, por supuesto, a él, pero también a Eduardo Vargas, a Angela Schweitzer, a Myriam Waisberg, a Julio Rojas, a Francisco Harrison, a Guillermo Ulriksen, a Juan Araya, a Ignacio Egaña, a Sergio Benavides y a una extensa lista de personas que mucho más allá de ejercer la docencia - oficio que realizaron magistralmente -  fueron capaces de transmitir, con sabiduría pero al mismo tiempo con una gran humildad (esa humildad que sólo se encuentra entre los grandes) valores humanos de tolerancia y respeto a la diversidad, valores esencial y fundamentalmente universitarios, aquellos que hicieron grande a la Universidad de Chile, valores que provenían (y Pablo Mondragón, en particular, lo repetía con frecuencia) de la visión universalista de Andrés Bello, pero también de un humanismo de otros tiempos. Todos esos valores sobrevivieron aún en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Valparaíso, pero sólo lo hicieron en la medida de la sobrevivencia de esos Maestros.

La muerte de Pablo Mondragón marcó, como una valla insalvable, el fin de esa era, fundacional si se quiere, de los grandes Maestros. Y no porque hoy no existan profesores que ostenten calificaciones académicas meritorias, sino porque los principales resortes de la máquina universitaria; el humanismo, la diversidad y la tolerancia, así como la verdadera sabiduría y el amor por el conocimiento, comenzaron a ser puestos en el banquillo de los valores dudosos, como sospechosos de poner en peligro nuevas verdades, con minúscula, que venían a pretender erigirse en la Verdad. Es la hora de los enanos. Y los más tristes de todos los enanos; los pedantes, sonríen irónicamente. Pasarán los años, entre cuyas aguas sólo emergen las altas cumbres ¿Quién se acordará de los enanos al pasar de los años? Mientras que la figura de Pablo Mondragón y de todos los grandes Maestros, no hace sino crecer en el tiempo.
Pablo Mondragón fue el último bastión que se erigía contra estas pretensiones de unicidad del pensamiento, de intolerancia a la diversidad, de soberbia antiuniversitaria. Nos queda, a quienes lo conocimos y admiramos (aunque no siempre pensáramos como él) una lección y un mandato: seguir luchando por esa Universidad en la que su pensamiento, junto al de muchos otros (entre los que nos incluimos) que no le alcanzamos a los talones, puedan convivir bajo el amparo de la humanidad y de la tolerancia.

Gracias, Don Pablo
José Agustín Vásquez

Enero 2011

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