Rubén; Siempre lamento el poco tiempo que nos damos para conversar cada vez que nos reunimos, las historias de la escuela parecen cautivar todo el interés colectivo, lo que no deja espacios para los temas de a dos y esta es la razón por la que decidí escribirte para que lo leas cuando tengas tiempo.
Vivir en el mismo espacio donde trabajas parece tener ventajas económicas de ahorrarte un arriendo, tiempos de viaje y otras patillas, pero la verdad es que me dan las diez de la noche y suelo seguir pegado al teclado con los pretextos conocidos: estoy terminando un informe para mañana, preparo un documento para la clase del lunes, respondo un mail de un amigo de Temuco, veo pornografía rusa o bajo música de Jacques Brel. El frío de las manos, un tironcito ciático o el cansancio de los ojos me recuerdan que ya pasó la medianoche y ya va siendo tiempo de ponerse horizontal bajo las mantas de lana. Desde que voy al gimnasio, el tiempo se me reduce y estoy siempre en la disyuntiva, si voy al gimnasio, llego muerto y si no voy, me pondré a escribir a Rubén y fumaré como locomotora a vapor, como ves, escribirte es perjudicial para la salud, puedo permitírmelo sólo una vez por semana.
En invierno la noche empieza a las seis de la tarde y como no ceno ni tengo la británica costumbre del té, me pego a la pantalla a lo de siempre, revisar, mirar, responder, ordenar, clasificar y escribir, entre cigarrillo y cigarrillo, una página tras otra, ahora sin borrones ni pegotes, cortar y pegar, suprimir, trasladar y acomodar…No siempre son cartas formales, en ocasiones, son sólo reflexiones generadas en este extraño mundillo que me toca transitar con tardanza y al que me voy acomodando a contrapelo. Mi percepción es compleja y contradictoria, ya que hay días donde sólo veo la frivolidad, los lugares comunes, la escasez neuronal y la mitomanía tan propia de mis colegas; otros – más felices - me proveen imágenes lúdicas, distendidas y calientes, desprovistas de culpa, que me animan a tolerar la decisión que tomara hace un par de años. Pero como todo es cíclico en la vida, en la próxima, el polvo de carbón se apoderará del aire, del suelo y de los primeros planos.
Hoy – por ejemplo - creo que nunca me parecieron tan mullidas las hojarascas del suelo del bosque nativo, nunca tan interesantes las siluetas de las ramas movidas por el viento mientras se cuelan los rayos de sol por los intersticios. Pocas veces como ayer pude apreciar lo fiel que es mi perro Poleo. Pocas veces como ayer me sentí liberado de culpas, contento de ser quien soy, valorado y extasiado de los orgasmos inesperados…La temperatura: veintisiete grados, despejado. Pronóstico para los próximos días: buen tiempo.
Como ves, mis estados de ánimo son cambiantes, hay ocasiones en que los tejados de las casas que se asoman por mi ventana se ven tan sucios y las gaviotas, como carroñeras que sólo proporcionan chillidos me turban y me impiden conciliar el sueño. Hay otros, en que los mismos techos se ven hermosos cuando el atardecer los tiñe de naranja, ladrillo, marrón, burdeos y concho de vino y creo firmemente que la excreción de las gaviotas provee las manchitas blancas indispensables para completar la composición perfecta.
Un abrazo.
Eitel.
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