Me encanta Dios, dice uno por allí. A mí también, desde que supe que le decían el gran arquitecto; somos como colegas.
A él le gusta jugar y juega, a veces la caga, se le pasa la mano. Lo que pasa es que no sabe lo que es el mal. Descubrí que habían ranas que se reproducen sin sexo... ¡díganme si eso no es jugar con un poquito de maldad! O cuando destapó la mansa embarrada en algunas congregaciones religiosas; esos sabios de Dios, nunca dedujeron que él haría su jugada maestra. Se demora eso sí.
“Dios mío”. No hay nada de malo en decir Dios mío.
"Dios es mi copiloto" dice un chofer. No es un amuleto, ni una verdad; es un rezo.
"En Dios a veces creo y a veces no", nos dice un apostador que no es chicha ni limonada, ni fu ni fá.
Si todo dependiera de Dios viviría rezando pero como todo depende de mí, actúo: y que sea lo que Dios quiera.
A mí me gusta Dios - en chiquito y en grande - porque nunca conversa conmigo. Se lo agradezco porque a mí no me gusta conversar con extraños. Pero cuando pasa por arriba soplando, todo me es nube. "Todas esas nubes de formas fantásticas y luminosas, esas caóticas tinieblas, esas inmensidades rosas, suspendidas y añadidas, esas hornazas abiertas, esos firmamentos de raso negro y morado, arrugado, enrollado o rasgado, esos horizontes de luto chorreando metal fundido, todos esos esplendores se me subieron al cerebro. Cosa curiosa, ante esas magias líquidas o aéreas, no se me ocurrió quejarme una sola vez de la ausencia del hombre" Son palabras que le ha dicho a Baudelaire, quien me las repite cuando escucho hablar las nubes.
Me gusta ese viejo porque el otro día apareció por mi casa en forma de cinco colibríes. Sé que quiso emocionarme y se me salió Él como suspiro.
Me he preguntado si en uno de mis amigos - esos que me visitan una vez al año - viene Dios. Capaz... que mi sospecha sea cierta, porque nunca me siento más amado que cuando ellos se aparecen con su formato de católico, mormón, fascista, troskista, judío o comunista. En una de esas, cuando nos juntamos; él es uno de nosotros. Debe ser quien se sienta en la cabecera y se lo toma todo o puede ser la que me abraza tres veces y se hace la equivocada, o es el sombrero que va de calva en calva calzando las cabezas.
Esta mañana de invierno; camino a la pega y abrigado como explorador de la Antártica, una joven pelirroja, al cruzarnos en el paso de peatones de la Plaza Perú me dijo sonriendo:
- Nosotros los blancos nos ponemos morados con el frío -
Ella venía roja de frío y mi nariz seguramente se parecía a la del venado de Noel. Quedé detenido en el "paso de cebras", al medio de la calle. Pasó sonriendo liviana, casi etérea y lancé una carcajada estruendosa. Estuve feliz todo el día. Creí que era un ángel pero ahora me sospecho que era él. Está empecinado en que diariamente vea lo hermosa que es la vida en la fugacidad de las cosas, de los actos leves y las formas, por eso nos encandilamos cuando una estrella fugaz raya el cielo negro.
Yo quisiera pasar desapercibido para que no se le ocurra llamarme; sería una jugarreta de mal gusto si la hiciera. Me parece que nos encontramos muy seguido.
Voy a contar un secreto; estoy jugando al Un, Dos, Tres: ¡Momia! con Él. El Hombre es un poco pesado para sus chistes así es que prefiero que siga contando hasta el infinito y yo pueda tocar el cielo antes de que se dé vuelta y alcance a cantar: ¡ Un, Dos, Tres por mí!...
Dios siempre está de buen humor incluso a la entrada de la iglesia pero Nunca en Domingo, si no durante la semana. Por eso es el amigo preferido de mi madre, el más cercano a toda la familia. No me gusta orarle en los domingos. A mí me gusta cuando viene con amigos.
A mí me encanta Dios.
- Nosotros los blancos nos ponemos morados con el frío -
Ella venía roja de frío y mi nariz seguramente se parecía a la del venado de Noel. Quedé detenido en el "paso de cebras", al medio de la calle. Pasó sonriendo liviana, casi etérea y lancé una carcajada estruendosa. Estuve feliz todo el día. Creí que era un ángel pero ahora me sospecho que era él. Está empecinado en que diariamente vea lo hermosa que es la vida en la fugacidad de las cosas, de los actos leves y las formas, por eso nos encandilamos cuando una estrella fugaz raya el cielo negro.
Yo quisiera pasar desapercibido para que no se le ocurra llamarme; sería una jugarreta de mal gusto si la hiciera. Me parece que nos encontramos muy seguido.
Voy a contar un secreto; estoy jugando al Un, Dos, Tres: ¡Momia! con Él. El Hombre es un poco pesado para sus chistes así es que prefiero que siga contando hasta el infinito y yo pueda tocar el cielo antes de que se dé vuelta y alcance a cantar: ¡ Un, Dos, Tres por mí!...
Dios siempre está de buen humor incluso a la entrada de la iglesia pero Nunca en Domingo, si no durante la semana. Por eso es el amigo preferido de mi madre, el más cercano a toda la familia. No me gusta orarle en los domingos. A mí me gusta cuando viene con amigos.
A mí me encanta Dios.
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