Rubén Cárcamo Bourgade

sábado

30.- Nunca en domingo

Hemos llegado a la página sesenta y tres. La pregunta del J.K. ¿Qué decía la carta del Cucho? Fue vapuleada, tergiversada, meditada. Algunos ya lo tienen claro dentro de sus corazones o caparazones. Pero en verdad siempre seguirá siendo una sospecha al repetir y diversificar la misma correspondencia.
-      Monín,  seguro que ni sabe quién es el Cucho.
El Abuelo, quien hizo la primera pregunta y mira con ojos lánguidos a Tamara... ya no le importa. Está esperando que algún gesto o sonrisa con brillo en los ojos de Tamara le dé alguna luz de esperanza para lanzar su bombardeo relamido de insinuaciones sutiles o diatriba o perorata que no querrán otra cosa más que saciar su lujuria juvenil. Parece que este personaje no me cae bien, a pesar de que no me hecho nada. Quiero yo alejarlo con toda la fuerza. Sonia jamás dirá ¡que la fuerza te acompañe! Será instinto paternal senil el que te acompañe, me dirá.
Tamara está distante. Interesada en pasarlo bien sin complicaciones ni lazos afectivos que impidan su libre divagar por la edad en que lo único que importa es vivir por vivir. Para ella la carta tiene vida propia aunque sospecha quien es el Cucho. Ingenua, creerá que el autor es el emisor.

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Si hay que arder que sea en la vida
Son mis últimos apuntes de la ira.
Porque hay que arder por donde duele
que es el volante del infierno y de la llama
donde concluyen mis calores,

Si hay que arder que sea en la vida
al devenir ardientemente consumido.
Y si cenizas quieren
que sea en la misma muerte.

Abigail, mi hija más perceptiva, también está interesada en pasarlo bien aunque las complicaciones se las busque innecesariamente. Es muy intensa. Para ella la carta es un fantasma grupal que viene cada cierto tiempo a nuestra casa, se come un asado y termina ebrio bebiendo un navegado para envidia de nuestro fantasma Cirilo. El cual es abstemio. Para ella la carta es un enigma sin importancia.

Camilo mi hijo menor, es el distante. La carta se deja en el buzón. Se abrirá cuando lo requiera la ocasión. Pertenece a la generación Z (la de sus padres fue la X,  autodenominada Generación-71) pero no me trata de tú y comparte con sus amigos a través de la red; es un nativo digital para el cual, la carta es un anacronismo.

Jóse está interesado en comprender qué tanta cuestión se desliza por mis comentarios antipáticos o la somnolencia en que me deja aquella carta.

Para Aitel, la carta es un doblez.

El Cucho hace rato dejó de ser el autor de alguna carta.

Sonia seguirá preocupada de sus plantas y de algunas sombras seniles que pasan cada cierto tiempo detrás de esos arbustos a los que siempre les faltara riego. Para ellos de igual modo, siempre tiene una sonrisa muy dispuesta, como en el primer día de ingreso a la universidad y con eso, aquellas vetustas plantas se iluminan a plena dentellada. No intenten invitarla al baile. Es inagotable. Jamás terminará de llenar la casa. Siempre supo quién era el Cucho y lo que decía en esa carta no escrita por el Cucho si no por cada uno de todos los mortuorios.
Jamás sospechará que ella misma sea la autora de esa carta que yo conocí como si fuera del Cucho. Lo cual es la sospecha de J.K.

Y J.K: sabrá que nunca en domingo se debe tomar por asalto una casa con viejos moradores que intentan reponer un hogar devastado por una fiesta juvenil de la que solo quedan las colillas con sus volcados vasos y restos de comida, mientras bailan al compás de los pompones de viejas ediciones musicales para sentir los últimos rescoldos de algo que alguna vez vivieron.

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