Rubén Cárcamo Bourgade

sábado

11.- El Abuelo

Sonia hoy está de carcajadas.El muchacho ni siquiera me dijo buenos días. Apareció de pronto, fregando sus ojos que se abrían intentando ubicar su humanidad luego del trasnoche. Es un deudo pegajoso que se ha quedado a dormir en casa luego del cumpleaños de mi hija.
Me reí, porque no había otra salida. Y me sorprendió con su pregunta irreverente, para no sentirse sorprendido.He quedado en desventaja.
Le dicen El Abuelo porque usaba unos gruesos lentes hasta que se operó de los ojos. Lo que no logró quitarle el heterónimo.
Ya no se dice seudónimo, ni sobrenombre, ni alias, ni apodo... ni mote; ni menos el hipocorístico. Está de moda heterónimo, porque descubrieron a un poeta que los usaba. Ese tal portugués Fernando Pessoa. No es nuestro Pezoa Véliz, Fernando Persona...
Todo esto da un toque de erudición insoportable.
Los romanos establecieron el uso de tres palabras para designar a un individuo.
El praenomen, o nombre de pila. El nomen, análogo al actual apellido, que es el que heredan los hijos de los padres Y el cognomen, que se corresponde con el sobrenombre, pseudónimo, apodo o mote que destaca alguna particularidad del individuo.
Para ese muchacho yo usaré solo una: patudo.Tal vez; anónimo. ...Me gustaría.
Cuatrocientos miles costó sacarse para siempre esos lentes, pero no el apelativo. Aseguro que se quedará a almorzar. ¿Será un pretendiente de mi hija? ¿Le pedirá la mano?, ¿Qué quería su señoría? ¿Será un simple sapo haciéndose pasar por príncipe esperando que le den el beso para arrancar de nuevo al charco? Qué será, qué será.


Por radio Oasis suena una canción de la película Un Hombre y una Mujer. Y dos nombres me vuelven a la memoria. Mi dolor distante y que no olvido; Mario Vidal Cid cantando a pelo ensortijado y con suave voz Samba Saraváh en Quinta Jones y Jean Lois Trintignant.
Sonia me dice, confirmando una vez más que después de tantos años juntos tenemos pensamientos simultáneos sobre las mismas cosas
- ¿Sabes que la hija de Jean Lois Trintignant fue asesinada por la golpiza que le dio su novio?

Mientras estoy tratando de sacar una colilla de cigarro del acuario de las tortugas pienso impactado, lo que ahora comento.
Tememos la agresión en las calles sin luz que disimulan la criminal fuerza de un desconocido que espera entre las sombras. Tememos el asalto violento de un sin rostro, pobre y resentido. Pero no creemos que la agresión esté aquí en la casa, perpetrada por quien dice que nos ama. ¿Cuál podría ser el destino en pareja de mis hijas? Quiero que sean felices a toda prueba ¿Qué les deparará el destino? Esa trastienda que alguna vez cuando se vayan, se perfilará con su pareja y a la cual ya no tendremos acceso. Querremos protegerlas incluso después de muertos. Tengo miedo ¡torero! ...Casi se me cae la tortuga...
Mi hija ha roto hace pocos días una larga relación. ¿Cuánto es poco? Y hemos cuidado ese duelo, si es que tuvo duelo. Nos hemos preguntado conociendo al viejo novio si acaso ha sido buena su decisión de terminar con él porque era un buen muchacho. ¿Pero se conoce a alguien alguna vez?
Aquí late por mucho rato esa barra del computador como diciendo ya pues, qué más quieres decir. Ha cambiado la letal página en blanco que tanto inquietó a Cèsare Pavese por una barra oscura que late en la pantalla. Mientras palpite y no se transforme en una línea horizontal perpetua con un silbato, todo bien.

La Andrea se angustia por el destino de sus hijos pero ¿se angustiaron nuestros padres por nosotros? Sí; pero así como ellos agotaron su destino, nosotros al igual que ellos agotaremos el nuestro; solos. Entonces ¿por qué habría de ser distinto con nuestros hijos? Que les vaya bien, los acompañamos hasta donde nos alcance el camino.
Parece que tengo demasiadas plantas en el acuario. La tortuga está con hipo y hay un milagro divino; una botella de ron aún incólume.
Víctima y victimario. Abuso y agresión. Maridos y convivientes. Miro al visitante disimuladamente para ver si se le cuela algo de sus intenciones pero no vislumbro si es bueno o malo. Es joven. Risueño, tierno, delicado, casi femenino, ni atávica sospecha de machismo. Está depurado de todo aspecto semental. Hijo; no pareces ser idiota, mezquino, malvado, maloliente, tartamudo, patizambo, ni siquiera tábano - pololo, ni menos miserable como una vez me espetó mi suegra, a lo más; patudo. No te ofendas.
Con tanto apelativo que yo uso por inercia, por puro automatismo de erudito, por rutina de medé; cualquiera de estos días me acriminan por sectario, intolerante u homofóbico. Es buen síntoma que tenga el pelo largo. Creo que me estoy enamorando o es un ángel. ¿La arreglé?

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