Rubén Cárcamo Bourgade

domingo



Me preguntaron qué libro me atrapó cuando niño. Me preguntaron por EL LIBRO de mi vida. La preguntita... El libro de los libros. Y dije: 
- Creo que está entre El Quijote, Sobre héroes y tumbas e incluso La Biblia.

Pero elijo el libro que me hizo trasnochar cuando me dormía en una cuna. Recuerdo que ella era lo bastante grande para contener en sus barrotes, a un niño de 7 años. Fue un libro comprado con MI dinero, aunque sospecho que se lo robé a mis padres.


Lo compré en la librería de… - me falla la memoria - … ¿Quién eres tú, fantasma que te olvido? Sospecho, Premio Nacional Literatura en la dictadura... ¡Skarmeta! No; no. Roque Esteban Scarpa Straboni, hombre.

En esa librería que sostenía Scarpa o su hermano, en la calle Roca de Punta Arenas, compré un libro que me abrió el universo y me hizo adicto al permanente vicio.

¡Las vueltas de la vida!  40 años después encuentro al hermano de Roque en una añosa tienda de filatelia emplazada en un segundo piso de los laberínticos vericuetos de los edificios del centro de Santiago. Y mientras compraba sellos postales de colección le pregunté - por al alcance del apellido - si a fines de los 50 tuvo una librería en la  calle Roca de Punta Arenas.  En su mirada dejé de ser parte del público en general. Nos sonreímos.  Él era quien me había vendido el libro de mi vida. El libro era...


PETER PAN.

¿Por qué me atrapó con tal fiereza? Porque me habló de la suspensión del tiempo luminoso y dorado de la niñez, no crecer, ¡había que puro no crecer! Esquivar el deterioro de las facultades físicas, morales y mentales, permanecer receptivo, vivir en total libertad aquí y ahora, sin las responsabilidades ni los quebrantos de la madurez, huir al cada vez,  al más largo proceso de demolición que es crecer, mantener la obsesiva codicia de la independencia, la sana rebeldía contra el tiempo, ver a toda mujer como compañera y poseer a otra como un hada que nos hace volar gracias a sus polvos de amor.

Estoy hablando del tiempo de los forwards, goalkeeper, back center, córner, foul donde nadie sabía lo que era un senior, porque todos morían jóvenes. Entre ellos mi padre a los 32 años. 1959. En el alma me sale una burbuja o si quieres un caramelo metafísico: ¡Crestas! Estoy a puntos de duplicar su edad.


Y ese escalofrío del que a veces hablo y miento con la mirada imperceptible y el pensamiento que concluyo, es inmensamente breve. Se me hace que eso es todo el tiempo que se vive.


Miento y borroneo mi biografía con pulsaciones, que cabe imaginar marcaron mi vida; esa vida que ahora resulta en esta extraña e improcedente necrología, infinitamente más novelesca que mi vida, la imitación conmovedora del niño que nunca quiso envejecer en su país del Nunca Jamás.
...
Confieso; padre, amigo, hermano,
que a partir de esa lectura
aprendí a volar en sueños.

...


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