Se atacan las presas de la cazuela una vez concluido el caldo primoroso, transparente y bajo en grasas. El primer tajo corre a cuentas de las carnes y salta el tema entre veterinarios con frases como estas:
- ¿Cómo te fue en última de carne? Yo creo que mucho mejor que en la de pollo; aunque cacho que me voy a echar la de gineco. Y me está preocupando el chancho. No creo que alcance a llegar invicto a la del perro.
Como ven el diálogo no corre como en una mesa del Martín Rivas de Alberto Blest Gana. Son confianzas que se toman los muchachos de hoy en día. Pero algo viene a mi salvación. Abrió la boca Abigail, la cual es vegetariana y se entretiene con su plato de lechugas, cáscaras y pepas.
- Ya pues córtenla. Cambien esa conversación. A duras penas soporto ver que coman esas cosa que tuvieron ojos y menos conversar sobre defunciones.
- Papá, ¿cuál es la idea de que se junten los ancianos con tal entusiasmo después de tantos años?
La frase fue lanzada desafiantemente por mi hija más vegetariana. ¿Han escuchado hablar del canibalismo? ¿Habrá algo en Animal Planet que confirme que hay insectos hijos que se comen a los mamíferos padres? Sé que existe canibalismo entre hermanos o entre macho y hembra en el apareamiento. De eso sí que estoy seguro. Incluso ocurre entre hombres y mujeres, pero entre hijos que se comen a los padres. No creo.
Además esto de los ancianos ya no es nuevo. Lo tomamos con decoro e indulgencia. No cumplía los doce años cuando en un domingo cualquiera escuchando a Joaquín Sabina, Sonia comentó que el cantante ya cumplía los cuarenta años y Abigail muy sorprendida, en su frase memorable, lanzó esta exclamación: ¿Y todavía canta? Sonia acababa de cumplir cuarenta. Así son los hijos, son los primeros en hacerte dudar de la inmortalidad… y me lanzo:
- Ah!... Nosotros los de aquel entonces. Debo confesar de que casi se me sale el: “ya no somos los mismos”. Vacilé. Pero el Abuelo achicó los ojos y me tiré no más tratando de mantener la dignidad. Dudando entre lanzar una pachoteada o tomar seriamente el tema. Los caníbales no me pegarían ni una sola dentellada. Estaba en mi casa, en la cabecera de la mesa. Ya me escucharían los retoños. Ahí voy, inflado como el Rey León. (Porla qué lloré con esa película)
- Creíamos que el mundo era nuestro. A nosotros nos tocaba el privilegio de la eternidad. Estuvimos convencidos de que el tiempo sólo pasaba para otros, no para nosotros.
¿Verdad que todo esto parecían slogan de propaganda setentera? Tiemblo pero no vacilo en la verborrea. Continúo... Ya tendré que agarrar vuelo:
- La rutina nos envuelve y embiste artera.
No me la creo. Parece que por aquí no va la cosa, en la mesa estaban todos serios. No hay escape. Es tarde para lanzar un chiste. Y los conceptos que yo emito parecen sacados del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. No se entienden.
- ¿Qué nos salva ahora, entre tanta mortalidad que se desbanda?
La frase suena muy docta. Parezco abuelo de chaleco y con pantuflas regañando a los nietos. Me escuchan sin pestañear aunque con los párpados entornados. Síntoma del “no te creo”
- La libertad; la libertad nos salva.¿Qué dije? ¿Qué se me salió? Aquí; ya lanzado en el discurso no sé de qué libertad estoy hablando. Tendré que ponerle un nombre. Si antes pensaba en esa señorita abanderada frente a una masa de hombres sangrantes enarbolando sus banderas libertarias en el último ataque contra el opresor. Lo cual me permitía mirar con amor benevolente a quienes lanzaban sus bombas molotov contra los pacos y lamentar no ser otro estudiante soñador que se inmola generosamente por el bien de su país. Ahora las libertades ya son múltiples al igual que las fracturas y facturas. Empezando por la libertad de los pájaros, de vientre, educación, salud, sexual entre otras y terminando, como tiene que ser, con la libertad de muerte.
- Me refiero a la libertad de elegir si voy a amar o despreciar. Las dos verdaderas alternativas de la vida. Si se opta por elegir amar, veremos que allí están los amigos. Veremos rebotar en la calvicie de los amigos las garras de la vieja sin rostro. A punta de ternuras, ellos te alejarán de esa vieja. Al destello de sus brindis se encandilarán las sombras y se aproximará la lucidez y la certeza de que con ellos se pierede el miedo a la solitaria vejez.
En cambio, aquellos que optan por el desprecio del presente, se aferran mezquinamente a la vida a punta de fotos de nietas regalonas que parecen manifiestos de un futuro que sólo sospechan, que no será de ellos. Es mejor alcanzar cada cierto tiempo el pasado cierto y rotundo que lo único que trae es emoción pura, virginal y nueva.
Soy bueno para los discursos cuando me inspiro. Estaban todos en silencio mirándome asustados. Parece que la solemnidad de mi discurso rigidizó sus espaldas. Los cubiertos que sostenían en sus manos estaban suspendidos a cada lado de los platos. El Jóse que aún tenía un pedazo de carne entre sus dientes, tragó con ruido.
Tomo aire, me echo para atrás y explico:
- Eso era lo que leí en la carta del Cucho. Y lo copié. ¿Escuchaste Jóse?
- ¿Cómo te fue en última de carne? Yo creo que mucho mejor que en la de pollo; aunque cacho que me voy a echar la de gineco. Y me está preocupando el chancho. No creo que alcance a llegar invicto a la del perro.
Como ven el diálogo no corre como en una mesa del Martín Rivas de Alberto Blest Gana. Son confianzas que se toman los muchachos de hoy en día. Pero algo viene a mi salvación. Abrió la boca Abigail, la cual es vegetariana y se entretiene con su plato de lechugas, cáscaras y pepas.
- Ya pues córtenla. Cambien esa conversación. A duras penas soporto ver que coman esas cosa que tuvieron ojos y menos conversar sobre defunciones.
- Papá, ¿cuál es la idea de que se junten los ancianos con tal entusiasmo después de tantos años?
La frase fue lanzada desafiantemente por mi hija más vegetariana. ¿Han escuchado hablar del canibalismo? ¿Habrá algo en Animal Planet que confirme que hay insectos hijos que se comen a los mamíferos padres? Sé que existe canibalismo entre hermanos o entre macho y hembra en el apareamiento. De eso sí que estoy seguro. Incluso ocurre entre hombres y mujeres, pero entre hijos que se comen a los padres. No creo.
Además esto de los ancianos ya no es nuevo. Lo tomamos con decoro e indulgencia. No cumplía los doce años cuando en un domingo cualquiera escuchando a Joaquín Sabina, Sonia comentó que el cantante ya cumplía los cuarenta años y Abigail muy sorprendida, en su frase memorable, lanzó esta exclamación: ¿Y todavía canta? Sonia acababa de cumplir cuarenta. Así son los hijos, son los primeros en hacerte dudar de la inmortalidad… y me lanzo:
- Ah!... Nosotros los de aquel entonces. Debo confesar de que casi se me sale el: “ya no somos los mismos”. Vacilé. Pero el Abuelo achicó los ojos y me tiré no más tratando de mantener la dignidad. Dudando entre lanzar una pachoteada o tomar seriamente el tema. Los caníbales no me pegarían ni una sola dentellada. Estaba en mi casa, en la cabecera de la mesa. Ya me escucharían los retoños. Ahí voy, inflado como el Rey León. (Porla qué lloré con esa película)
- Creíamos que el mundo era nuestro. A nosotros nos tocaba el privilegio de la eternidad. Estuvimos convencidos de que el tiempo sólo pasaba para otros, no para nosotros.
¿Verdad que todo esto parecían slogan de propaganda setentera? Tiemblo pero no vacilo en la verborrea. Continúo... Ya tendré que agarrar vuelo:
- La rutina nos envuelve y embiste artera.
No me la creo. Parece que por aquí no va la cosa, en la mesa estaban todos serios. No hay escape. Es tarde para lanzar un chiste. Y los conceptos que yo emito parecen sacados del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. No se entienden.
- ¿Qué nos salva ahora, entre tanta mortalidad que se desbanda?
La frase suena muy docta. Parezco abuelo de chaleco y con pantuflas regañando a los nietos. Me escuchan sin pestañear aunque con los párpados entornados. Síntoma del “no te creo”
- La libertad; la libertad nos salva.¿Qué dije? ¿Qué se me salió? Aquí; ya lanzado en el discurso no sé de qué libertad estoy hablando. Tendré que ponerle un nombre. Si antes pensaba en esa señorita abanderada frente a una masa de hombres sangrantes enarbolando sus banderas libertarias en el último ataque contra el opresor. Lo cual me permitía mirar con amor benevolente a quienes lanzaban sus bombas molotov contra los pacos y lamentar no ser otro estudiante soñador que se inmola generosamente por el bien de su país. Ahora las libertades ya son múltiples al igual que las fracturas y facturas. Empezando por la libertad de los pájaros, de vientre, educación, salud, sexual entre otras y terminando, como tiene que ser, con la libertad de muerte.
- Me refiero a la libertad de elegir si voy a amar o despreciar. Las dos verdaderas alternativas de la vida. Si se opta por elegir amar, veremos que allí están los amigos. Veremos rebotar en la calvicie de los amigos las garras de la vieja sin rostro. A punta de ternuras, ellos te alejarán de esa vieja. Al destello de sus brindis se encandilarán las sombras y se aproximará la lucidez y la certeza de que con ellos se pierede el miedo a la solitaria vejez.
En cambio, aquellos que optan por el desprecio del presente, se aferran mezquinamente a la vida a punta de fotos de nietas regalonas que parecen manifiestos de un futuro que sólo sospechan, que no será de ellos. Es mejor alcanzar cada cierto tiempo el pasado cierto y rotundo que lo único que trae es emoción pura, virginal y nueva.
Soy bueno para los discursos cuando me inspiro. Estaban todos en silencio mirándome asustados. Parece que la solemnidad de mi discurso rigidizó sus espaldas. Los cubiertos que sostenían en sus manos estaban suspendidos a cada lado de los platos. El Jóse que aún tenía un pedazo de carne entre sus dientes, tragó con ruido.
Tomo aire, me echo para atrás y explico:
- Eso era lo que leí en la carta del Cucho. Y lo copié. ¿Escuchaste Jóse?
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